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Desde el escritorio del director…



En esta ocasión comparto con ustedes una meditación de la Pastora Laura Álvarez, de Guadalupe, Nuevo León.


El Llamado.

Habacuc 3: 2


Hace mucho tiempo, el pueblo de Israel estaba pasando por una crisis espiritual muy fuerte, habían permitido que el pecado y la maldad crecieran en medio de ellos; ante esta situación de pecado y rebeldía abierta, Dios había guardado silencio. Si el pueblo no quería nada de Dios, de sus leyes, de sus planes para ellos… Dios tampoco quería nada de su pueblo.


El Señor se había retirado (¿o lo habían retirado?) ya no podía contemplar a su pueblo vivir de esa manera tan desordenada, ya estaba cansado; el profeta Isaías nos da a conocer el sentir de Dios al respecto: “Estoy hastiado, estoy cansado de soportar el culto que me ofrecen…” (Isaías 1: 10-15). Pero, a pesar de su cansancio y lo enojado que el Señor pudiera sentirse, Él hace una invitación a su pueblo…


 “¡Lávense y queden limpios!   Quiten sus pecados de mi vista.   Abandonen sus caminos malvados. Aprendan a hacer el bien. Busquen la justicia   y ayuden a los oprimidos. Defiendan la causa de los huérfanos   y luchen por los derechos de las viudas. Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto —dice el SEÑOR-. Aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, yo los haré tan blancos como la lana.”


El profeta Habacuc era contemporáneo del profeta Isaías, él era testigo de la condición del pueblo y de la decadencia en el culto ofrecido a Dios. Pero, había algo que lo inquietaba… ¡Qué Dios no hiciera nada al respecto! No podía entender porque Dios permanecía callado, impasible, lejano… Un día decide cuestionar a Dios: 


“¿Hasta cuándo debo pedir ayuda, oh SEÑOR?   ¡Pero tú no escuchas! «¡Hay violencia por todas partes!», clamo, pero tú no vienes a salvar. 3 ¿Tendré siempre que ver estas maldades?   ¿Por qué debo mirar tanta miseria? Dondequiera que mire, veo destrucción y violencia. Estoy rodeado de gente   que le encanta discutir y pelear. 4 La ley se ha estancado   y no hay justicia en los tribunales.

Los perversos suman más que los justos,   de manera que la justicia se ha corrompido.” (Habacuc 1: 1-4)


Ante la queja genuina, firme y humilde del profeta, el Señor responde: “Yo levanto a los caldeos” … es decir, “Yo he decidido castigar a mi pueblo” … El profeta sigue argumentando con Dios…Y el Señor le responde: Entonces el SEÑOR me dijo:


«Escribe mi respuesta con claridad en tablas, para que un corredor pueda llevar a otros el mensaje sin error. 3 Esta visión es para un tiempo futuro. Describe el fin, y este se cumplirá. Aunque parezca que se demora en llegar, espera con paciencia, porque sin lugar a dudas sucederá. No se tardará.

4 ¡Mira a los orgullosos! Confían en sí mismos y sus vidas están torcidas. Pero el justo vivirá por su fidelidad a Dios.


La respuesta de Dios es un mensaje que abrirá una nueva etapa de expectación y de esperanza, no sólo para el pueblo de Israel, sino para todas las generaciones que son y que vendrán. Ante esa respuesta esperanzadora de Dios, el profeta se postra ante la presencia de ese Dios lleno de gracia, misericordia, de justicia y de gloria.


Habacuc, cambió completamente su modo de pensar y comenzó a ver la realidad desde un punto de vista diferente, que era al punto de vista de Dios. Él dijo: "He oído tu palabra, y temí". Ahora, ¿de qué tenía temor el profeta? Bueno, él había pensado que Dios no estaba haciendo nada. Y en ese momento estaba atemorizado, pensando que Dios estaba haciendo demasiado o llegando demasiado lejos. 


Notemos lo que él dijo aquí en el versículo 2: "Oh Señor, he oído tu palabra, y temí. Oh Señor, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia." Estoy maravillado por tus hechos asombrosos. En este momento de profunda necesidad, ayúdanos otra vez como lo hiciste en el pasado. Y en tu enojo,

recuerda tu misericordia.”


La oración es en realidad un recital de lo que Dios ha hecho en la historia pasada de este pueblo, y en vista de lo que ha hecho en el pasado, Él va a hacerlo nuevamente en el futuro. Este es el pensamiento que se presenta aquí. Uno puede depender confiadamente de Dios, porque lo que Él ha hecho en el pasado continuará haciéndolo ahora en la actualidad.


Quizá la situación de la iglesia en nuestros tiempos pueda ser la misma que la del pueblo de Israel, quizá muchos de nosotros nos hemos preguntado silenciosamente por qué en la iglesia hay pecado y una rebeldía abierta en contra de los principios del Reino de los Cielos, y quizá algunos de habrán preguntado: ¿Por qué Dios no hace nada al respecto? ¿Por qué no castiga? ¿Por qué razón permanece callado, impasible, lejano? 


La respuesta que recibió Habacuc es la misma: Dios no quiere que nadie se pierda, Él ama al justo y al pecador cuando éste se arrepiente y tiene fe en Él. En medio de los tiempos, por más difíciles y oscuros que estén… El Señor desea avivar su obra, darla a conocer… pero, necesita vigías como Habacuc que estén inquietos, que no estén satisfechos por la situación de la iglesia y el mundo y que lo busquen para encontrar las respuestas divinas, las respuestas que Dios tiene para estos tiempos.


Una cosa es segura; Dios quiere avivar su obra en medio de los tiempos y hacerla conocer, pero no será posible si los justos no están dispuestos a luchar por la causa de Dios.


Que nuestra oración en este tiempo sea: “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos; en medio de los tiempos hazla conocer” … No descansemos hasta que el Señor envíe a nuestra iglesia, a nuestra familia, al mundo… ese ¡¡AVIVAMIENTO!!


Bendiciones

Laura Álvarez